Tuesday, November 07, 2006

 

Ensueño

Llegué a mi casa ese sábado con una sonrisa dibujada en mi rostro. Subí las escaleras y me senté en la cama. Iba a encender la tele pero decidí no hacerlo. Cerré los ojos y empecé a recordar el día.

Estaba en mi curso, te mandé mensaje para saber si ibas a venir o no, y me contestaste que lo más probable era que no. Una gran tristeza me invadió, estaba realmente emocionado porque iba a poder verte y de pronto resultó que no iba a ser posible. Seguí en mi curso, y decidí llamarte. Después de algunos timbridos contestaste y me dijiste que te estabas bañando y preparando porque si ibas a venir. Mi cara cambió inmediatamente y en mi boca apareció una gran sonrisa.

Acabé el curso y me dirigí a mi casa. Llamé para saber donde estabas y me dijiste que ya venías en camino, que en un rato mas nos veríamos. Me rasuré para estar un poco más presentable para tí y me dirigí al punto de encuentro. Estúpidamente entendí mal el lugar donde venías y cuando apenas iba en camino me dijiste que ya me estabas esperando. Me regañé por ser tan tonto y desperdiciar algunos minutos en los que podríamos estarnos viendo y aceleré un poco para llegar más pronto. Unas cuadras antes de llegar la sensación de perder el estómago me invadió.

Llegué y no estabas donde habíamos quedado de vernos, te llamé para decirte que ya estaba ahí y esperé a que llegaras. Volteaba constantemente hacia un lado y hacia otro para ver cuando llegaras. De pronto sentí algo, quizá tu mirada en mí, quizá tu olor llegó a mi nariz, quizá escuché los latidos de tu corazón, quizá me llamaste sin hablar, o quizá, simplemente, te sentí. Volteé y te vi, no pude evitar una gran sonrisa. Vi cuando me miraste, y también sonreíste. Vi tus ojos, esos ojos que hacen que me pierda en ellos y nada más en el mundo me importe. Nos saludamos con un poco de temor y entramos a comer.

Platicamos, sonreímos, comimos, hice tonterías como no atinarle a mi boca con la comida o meter el dedo en la catsup. Me recordaste tu edad varias veces y me regalaste un pinguino azul. La comida estuvo deliciosa porque estaba a tu lado.

Salimos y fuimos a la tienda de mascotas, es la primera vez que los ratones me causan tanta gracia, como jugaban entre ellos, como se tumbaban unos a otros y se encimaban. Me encantó la forma en que los veías. Después vimos los perros y fue realmente tierna la forma en que te compadecías de ellos y de su tristeza. Me pasó por la mente la loca idea de comprar uno en ese momento y pedirte que me ayudaras a cuidarlo, primero cuidándolo unos días tú en tu casa y otros días yo en la mía, y después, quizá, cuidarlo entre los dos.

Fuimos al cine, compramos los boletos y nos formamos. Fue muy divertido ver como criticabas a la gente, y te divertías poniéndome nervioso. Entramos a la sala y nos sentamos. Esperamos a que empezara la función mientras yo tomaba tu mano para sentirte más cerca. Empezaron los comerciales y nos miramos fijamente. Mi corazón comenzó a latir más aprisa y las mariposas de mi estómago empezaron a revolotear fuertemente. Había soñado ese momento desde que supe que te iba a ver ese día, pero mi cuerpo no respondía. Quería acercarme más y más y besar tus suaves labios pero no podía controlar mis músculos para hacerlo. Por fin, pude hacerlo, me acerqué tímidamente y te besé y me besaste. Por unos segundos todo mi cuerpo se detuvo y solamente podía sentir tus labios en los míos. Nada más importaba, solamente tú y yo, no había nadie más alrededor nuestro, no había ruidos, no había luces, no había nada.

Sonreí como idiota cuando me separé de tí, mi corazón volvió a latir y comencé a sentir mi cuerpo nuevamente. Vimos la película tomados de la mano. De vez en cuando nos veíamos y decidíamos besarnos, deteniendo el tiempo nuevamente. Terminó la película y la luz nos sorprendió mientras nos besábamos nuevamente, la sala ya estaba sola y salimos.

Abrí los ojos y estaba en mi cuarto, había pasado mucho tiempo recordando ese hermoso día. Era tarde y tenía que dormir. Me acosté y traté de dormir. Pasaron los minutos y no pude dormirme. Miré el techo de mi recámara en la oscuridad y seguí recordando.

Paseamos por las tiendas. Te observaba mientras veías la ropa, los accesorios y todo lo que había. Te observaba mientras veías los juguetes con ojos soñadores. Te observaba mientras veías las hadas de cerámica y supongo que imaginabas lo que harías si fueras una de ellas y pudieras volar libremente. Te observaba mientras veías los DVDs y no te decidías cual película comprar. Te observaba mientras comprabas la tarjeta de ayuda a los niños sordos y mi corazón comprendía no solamente la belleza externa que tienes, sino también la belleza interna que desbordas y demuestras.

Nos sentamos en el centro de la plaza y platicamos. Te tomé algunas fotografías mientras tu estado de ánimo cambiaba debido a una llamada que recibiste. Afortunadamente ese momento no duró mucho y pudimos seguir disfrutando la tarde. Platicamos de todo un poco y nos miramos y nos acariciamos. Sabíamos que nuestra reunión terminaría pronto y un poco de tristeza nos empezaba a acompañar. Me leíste la sinopsis de una de las películas que había comprado mientras yo te miraba. Cuando ibas a la mitad decidí besarte la mejilla, sentí tu nerviosismo mientras lo hacía y me encantó como tratabas de seguir leyendo pero casi no podías hacerlo.

Poco después, te miré y decidí que era el momento de hacer algo que había estado esperando. Me tomó algo de tiempo armarme de valor pero por fin lo hice. Te tomé de las mejillas y te robé un beso de tus dulces labios. Tu mirada cambió y abriste un poco más tus bellos ojos. Te veías encantadora con esa expresión de sorpresa. Así siguieron pasando los minutos hasta que, en un momento, volteaste hacia mí y me abrazaste. Me dejaste sin habla y me encantó sentir tus brazos alrededor mío.

Salimos para esperar a tus amigos. Nos sentamos en una banca y seguimos platicando. Te divertías haciéndome escenas de celos con las chicas que pasaban (y con alguno que otro señor bigotón). En un momento nos dimos un beso, el más largo hasta el momento. Fue hermoso y delicioso. Fue tierno y dulce. Y, tristemente, llegó el momento en que te tenías que ir. Te acompañé al carro, nos dimos la mano y nos dimos un tierno beso en la mejilla.

Abrí los ojos y era domingo. En algún momento mientras recordaba me quedé dormido. Quizá continué recordando en el sueño o quizá soñé con lo que habíamos vivido ese día. Sabía que no era un sueño porque ni en sueños podría vivir algo tan bello.

Comments: Post a Comment

<< Home

This page is powered by Blogger. Isn't yours?